Capítulo 2. Paradoja de la Serpiente

Cuando recobré la consciencia, me di cuenta de que ya ni era de noche ni estaba en aquel antro. El sol entraba con tanta fuerza por las ventanas de la habitación del hospital, que no tuve más remedio que entornar los ojos, al hacerlo, juraría estar viendo aquellos ojos negros mirándome, acercándose a mí.

La luz de la habitación se apagó moderadamente, ya que alguien entornó la cortina. Al mirar a aquella presencia, hasta ese momento desapercibida, me di cuenta de que era Almudena.

  • ¿Dónde está Mario?
  • Almudena, ¿qué haces aquí?
  • Repito, ¿dónde está Mario?
  • No tengo ni idea, estará en casa supongo o en el hospital, lo último que recuerdo es la paliza que nos llevamos ayer por la noche….aunque ahora que lo pienso, la paliza nos la llevamos sólo nosotros cuatro. Mario fue a llamar a la Policía y no volvió ¿dónde está Mario, Almudena?
  • ¿Te estás riendo de mí? A la Policía le llamaron los vecinos de la zona y al llegar allí no había rastro de Mario ¿qué estuvisteis haciendo anoche?
  • Pues nada en especial, beber un poco, estuvimos charlando, te pusimos bastante a parir…además ¿qué más te da dónde esté? al fin y al cabo le has dejado ¿no?

Almudena torció el gesto y me miró con mirada de reprobación.

  • Hoy habíamos quedado con nuestros abogados para revisar el último texto donde se plasma el acuerdo de divorcio. El no aparecer hoy, lo puedo utilizar como un acto de discordia y utilizarlo a mi favor para dejarle sin nada.
  • ¿Y lo vas a hacer?
  • No…estoy preocupada.
  • ¿Todavía le quieres?
  • No…supongo que no.

Aquel silencio incómodo lo rompió con elegancia la enfermera de la planta, llevando un papel en la mano que al parecer era mi alta médica.

Recogí mi ropa, me vestí y Almudena me ayudó a salir del hospital.

  • Entonces ¿no sabes dónde está?
  • De veras que no Almudena. ¿Le has llamado al móvil?
  • No lo coge, pero no sé si es porque lo ha perdido, no puede cogerlo o no quiere contestarme. Llámale tú por favor.
  • Lo haría, pero ayer me robaron el móvil, justo antes de perder el conocimiento vi como alguien me estaba registrando el bolsillo.
  • ¿Te robaron el móvil?
  • Sí, así es ¿por?
  • Es que antes, cuando estabas dormido me ha parecido escuchar un pitido que salía de tu chaqueta y supuse que era tu teléfono.

De manera instintiva, palpé con mi mano la chaqueta a la altura de mi corazón y efectivamente ahí estaba mi teléfono móvil, entonces… ¿qué quería la mujer de los ojos negros? ¿Por qué me estuvo registrando? ¿Qué buscaba?

Al sacar el teléfono del bolsillo, Almudena me advirtió que se me había caído al suelo algo, un trozo de cartulina…parecía un posavasos que nunca había visto hasta ese momento. Según recogí el posavasos pude ver la imagen de una serpiente en forma de círculo, la cabeza de la serpiente tocaba la cola y, según el dibujo, parecía que la serpiente se estaba empezando a comer a sí misma.

  • ¿Esto es tuyo Almudena?
  • ¿No es tuyo?-respondió.
  • No, no es mío.
  • Pero estaba en tu bolsillo ¿no?
  • Así es…no lo entiendo.

De repente me di cuenta, aquellos ojos negros no me estaban quitando nada, sino que me estaban entregando aquel trozo de cartón ¿por qué? ¿Tenía que ver con la desaparición de Mario?

Di la vuelta a la cartulina y la imagen que vi ante mis ojos, me nubló la vista y la razón, rápidamente lo oculté de la vista de Almudena.

Cogí un taxi cuando Almudena se fue a la comisaría a intentar denunciar la desaparición de Mario y después de ir a llevar el informe médico al trabajo -menuda entrada triunfal pensé-, llamé a Flavio camino a casa.

  • Flavio, llama a los gemelos, en media hora en mi casa,  tenemos problemas.

Flavio, sin saber nada de lo que estaba ocurriendo, asintió y colgó, supongo que algo intuía.

Ya reunidos los cuatro en mi casa, les enseñé el posavasos de cartón con el dibujo de la serpiente.

  • Eso lo conozco yo, comentó Axel, eso es una paradoja –comentó.
  • ¿Cómo? –pregunté.
  • Sí, sí una paradoja, una situación que va en contra de la lógica humana ¿ves?

Sacó su smartphone del bolsillo y efectivamente me enseñó el mismo dibujo que el del posavasos al lado de un enunciado  llamado la paradoja de la serpiente.

Si una serpiente empieza a comerse su cola y acaba comiéndose absolutamente todo su cuerpo, ¿Dónde estaría la serpiente, si está dentro de su estómago, que a su vez está dentro de ella?

  • ¿Qué más sabes de esto Axel? – Pregunté.
  • No mucho- comentó-  aquí pone que esta paradoja expresa lo infinito y el retorno de las cosas.
  • ¿Retorno de las cosas? ¿Cómo una venganza?
  • Pues eso parece, sí- contestó Axel.
  • ¿Alguna pista del signo de la serpiente?- sugirió Flavio.
  • Según esto, en ocasiones este signo hace referencia a la mitología nórdica y a una serpiente mitológica…
  • Que se llama Jörmundgander- le interrumpió Alex….
  • ¿Jägermeister? ¿Eso no es la botella que nos bebimos anoche en el garito? –pregunté.
  • No no, he dicho Jörmundgander- continuó Alex, – es una serpiente hija de Loki y que Odín lanzó al océano más profundo de la Tierra para evitar todo el mal que su destino le haría hacer. La serpiente creció tanto que abarcó toda la Tierra llegando con sus fauces a poder morderse la cola…. No me mires así, sabes que soy un fan de los comics de Thor.
  • Efectivamente hermano es lo que aparece aquí, la gran serpiente.
  • No lo entiendo – dijo Alex – ¿Qué tiene que ver esto con Mario?
  • Es cierto, ¿cómo sabes que Mario no se ha escapado de su rutina y de su divorcio? – preguntó Flavio.

Sin decir una sola palabra, di la vuelta al posavasos y nos quedamos los cuatro en silencio, viendo la fotografía pegada al posavasos, hecha con una polaroid y en la que aparecía Mario totalmente amordazado y ensangrentado.

  • Joder!, tenemos que avisar a la Policía, comentó Flavio.
  • Quizás tengas razón Flavio- comenté- pero viendo la situación en la que está Mario en la fotografía quizás el ruido que pueda hacer la policía le pueda perjudicar.
  • Estoy de acuerdo -dijo Alex-, vayamos a preguntar al bar de anoche por si saben algo del posavasos.
  • No, no… vayamos mejor a la Policía, este tema es bastante turbio y no podemos jugar con la vida de Mario – sugirió Axel.
  • No hermano, no sabemos a ciencia cierta que esta foto esté hecha después de la desaparición de Mario ¿no?

Asentí, al fin y al cabo esos ojos negros me metieron el posavasos en el bolsillo justo después de la pelea, antes de desmayarme.

  • Tenemos cuarenta y ocho horas antes de que Almudena pueda poner la denuncia- Alex prosiguió – sugiero que investiguemos por nuestra cuenta y si no le encontramos, entonces se lo contamos todo a la Policía y que sigan ellos. Al fin y al cabo sólo tenemos una conjetura.
  • Tenemos una foto de él ensangrentado joder ¿no os dais cuenta?
  • Sí Flavio- comenté- pero la foto me la dieron justo después de la pelea, no parece que tenga sentido que en ese momento diera tiempo a secuestrar a Mario, darle la paliza, hacerle una foto y meter la fotografía en mi bolsillo ¿no?…
  • ….cuarenta y ocho horas- dijo Flavio- después iré yo mismo a la comisaría a contar todo este sinsentido.

Volvimos al Abilene y, aunque estaba cerrado, encontramos algunos camareros y gente del staff a quienes les pudimos preguntar por la chica de ojos negros y por el símbolo de la serpiente. No tuvimos mucha suerte en el intento, pero al volver a casa y, mientras Axel estaba inspeccionando el posavasos hizo algo que, hasta ese momento, no se nos había ocurrido, separó la fotografía del posavasos.

A los cuatro se nos quedó cara de idiotas al ver que la fotografía ocultaba una dirección y la cara se nos quedó más de idiotas cuando el nombre de la calle era Calle Sierpe, Madrid.

  • Serpiente…Sierpe………joder, hemos visto demasiadas veces la película del Código da Vinci. y no nos ha valido de nada- comentó enfurruñado Alex.

Cambiamos de rumbo y, cuando el tráfico de Madrid nos lo permitió, llegamos bajando por la Calle de Toledo. Dejamos el coche en el aparcamiento del Mercado de la Cebada y nos dirigimos andando a apenas cuatrocientos metros hasta la calle Sierpe.

Estábamos en pleno centro histórico de Madrid, entre la Puerta de Toledo, el Rastro y la Puerta de los Carros, sin embargo, en esa zona concreta de la ciudad, la vida parecía más a la plaza de un pueblo, mucha gente por las calles, turistas mezclados con las personas que han vivido en el barrio toda la vida, se respiraba vida en aquel barrio reflotado de Madrid… y esperaba que Mario también siguiera respirando esa vida.

 La calle Sierpe era corta y estrecha, flanqueada por edificios de tres alturas reformados, alguno de los cuales estaba siendo reformado en esos momentos. Las aceras estrechas nos forzaron a los cuatro a ocupar prácticamente la totalidad de la carretera mirando hacia los lados de la entrada de la calle y viendo en su mayoría portales o locales abandonados.

  • ¿Y ahora qué? – preguntó Flavio, – ¿Dónde vamos?

La verdad es que en la dirección del posavasos sólo venía el nombre de la calle pero no venía ningún número. Decidimos recorrer la corta calle varias veces, pero no vimos en ningún lado local o símbolo semejante al del portavasos.

No sabíamos qué hacer, hasta que Axel señaló.

  • Chicos, este local, el del número cinco, es una antigua Carbonería. Aquí vendían carbón.
  • ¿Y? -espetó Flavio.
  • Puede que se me esté yendo la cabeza, pero el dibujo del posavasos era una paradoja ¿no?
  • Eso es –afirmé-
  • ¿Dónde quieres llegar hermano? – comentó Alex.
  • Bueno, pues que resulta paradójico que en la calle Sierpe es decir de la serpiente vendan carbón.
  • No te seguimos- se comenzó a impacientar Flavio.
  • ¿No lo veis? Joder deberíais ver más documentales de naturaleza, uno de los mejores antídotos para el veneno de la serpiente es el carbón activo…carbón al fin y al cabo. En la propia calle de la Serpiente, hay un sitio donde venden el remedio contra su veneno ¿no resulta paradójico?…además si veis la cerradura de la puerta es mucho más nueva que la puerta que la flanquea.

Observamos el último detalle aportado por Axel y vimos que, efectivamente, así era, un cerrojo azul marino bastante nuevo, cerraba una cadena que dejaba entreabierta las puertas verdes del viejo local.

  • Joder, también resulta curioso que sea el local número cinco, cuando precisamente nosotros estamos buscando al quinto miembro de nuestro grupo de amigos, señaló Alex.

Nos acercamos a la puerta y grité dentro.

  • ¿Hola? ¿Hay alguien? Queremos saber dónde está Mario, tengo el posavasos!!
  • ¿Qué haces?-  me regañó Flavio en voz baja -¿estás loco? Si la foto de Mario es verdadera, esos tíos son peligrosos…y tu pregonando nuestra presencia.

Avergonzado, me retiré hacia atrás, dando con ese gesto toda la razón a Flavio.

  • Hay que encontrar alguna manera de entrar- comentó Alex.
  • Chicos creo que hemos llegado ya bastante lejos, mejor llamar a la Policía – sugirió Flavio.
  • ¿Y qué les comentamos Flavio? Preguntó Alex, ¿la historia de la serpiente y del carbón? No me jodas anda. Prometiste cuarenta y ocho horas y no llevamos ni hora y media. Además, creo que la cadena proporciona suficiente holgura para que pueda entrar dentro. Dejadme entrar y veré si puedo encontrar la llave.
  • Alex, si tú entras, yo entro- comentó Axel.
  • Ok, pues vamos allá-respondió el gemelo.

03 mayo 2019. YA HAS ELEGIDO en Instagram @paradoxus_roi y TU DECISIÓN ES…

A) Hagamos caso a Alex, investiguemos. Al fin y al cabo no estamos seguros que en este sitio esté Mario.

Flavio y yo, empujamos las puertas para dar algo más de holgura mientras que, los gemelos, se escabullían por dentro con la linterna de sus smartphones, alumbrándoles el camino. Mientras, algunos transeúntes nos miraban extrañados cuando estábamos en la puerta de la vieja carbonería. Fue entonces cuando uno de los hermanos nos lanzó la llave por el hueco de la puerta.

Abrimos el cerrojo, quitamos la cadena y entramos en el antiguo local, con los cuatro smartphones alumbrando. Vimos el aspecto lúgubre y algo tétrico del sitio, Todavía se podía ver alguna pila de carbón cubierto de telarañas y polvo, pero no había ni rastro de Mario ni de sus captores.

Fuimos moviendo las luces con bastante precisión por cada esquina de la sala, por el techo y por el suelo, buscando indicios de nuestro amigo.

  • Chicos, allí detrás hay una habitación- , señaló Flavio con su linterna
  • ¿Dónde?, no veo nada- pregunté.
  • Allí, mira, detrás de esa viga.

Seguí la luz de su linterna y vi una puerta que mediría apenas un metro o un metro y veinte centímetros. Nos asomamos y la oscuridad en esa habitación era completa, palpamos las paredes y alcanzamos un interruptor de luz, el cuál no funcionaba…estaba claro que el local estaba dejado de la mano de Dios.

Nos agachamos y nos deslizamos uno tras otro a la habitación y justo al entrar el último de nosotros en la misma, el sonido del click del resorte que habíamos accionado con nuestro peso, nos erizó a todos los pelos, a la vez que la puerta de la habitación se cerraba súbitamente  y la trampilla del suelo se abría, dejándonos caer, al más absoluto vacío.

El próximo lunes 6 de mayo continúa leyendo las aventuras de nuestros protagonista con el Capítulo 3

La Paradoja del Ahorcado

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